El niño con pies de adulto

Suena el teléfono.

Al otro lado una voz masculina pregunta por unas zapatillas minimalistas.

Por las más finas que tengamos. Se refiere al grosor de la suela.

Es de Ronda, de donde el Tajo.

Y llama recomendado por un Podólogo.

Dice:

«Los pies son rígidos, con un puente pronunciado, tiene los dedos apiñados y al andar el tobillo gira hacia el interior.»

En mi mente voy imaginando la situación.

Hombre de cuarenta y tantos años que trabaja en oficina, muchos años con zapatos estrechos, rígidos, con tacón.....

Pero me sorprende cuando dice que son los pies de su hijo.

De sólo 12 años de edad, pero con pies que parecen de más de 50.

El hombre se ve preocupado.

Como padre responsable sabe que los pies de su hijo no funcionan bien y que con el tiempo le pueden ocasionar otros problemas.

Como solemos decir, la salud empieza en los pies, y él lo sabe.

Todo queda en esa conversación.

A los pocos día aparece por la puerta una mujer jóven, nerviosa y con prisas.

Le acompaña un niño tímido y callado.

Madre e hijo son la noche y el día.

Viene de parte de su marido, de Ronda.

Habla mucho, sin parar, a una velocidad que pisa sus palabras.

No sabe mucho del tema y se sorprende al coger unas zapatillas minimalistas del mostrador.

Ella esperaba un calzado tipo ortopédico.

Algo que su hijo se pusiera y le solucionara el problema al instante.

Como cuando se pica una muela y el dentista te la empasta.

O cuando vas al oculista porque no ves bien y te pone unas gafas.

Levanto una mano para intentar hablar. Ella no para de hacerlo y quiero explicarle el porqué del calzado minimalista.

«Eso que dices no lo veo - le digo - porque si le pones una zapatilla que impida el movimiento del pie y que el tobillo gire hacia dentro, es como si le pusieras una muleta al pie.

Sirve para unos días, pero no puedes estar andando siempre con muletas.

Por eso, hay que dejar trabajar al pie. Que se mueva en todas direcciones y que sienta por donde pisa.»

Sigo hablando:

«Dices que su hijo tiene los pies cavos.

Por eso su podólogo le ha recomendado unas zapatillas anchas, para que el pie tenga espacio y el arco se pueda aplanar.

También con suela fina para que el pie pueda sentir y favorecer su estimulación.

 Y sin ningún tipo de refuerzos en los laterales y muy flexible, para que nada influya en sus movimientos, los músculos ganen fuerza y el tobillo funcione correctamente.»

Mientras le doy la explicación voy girando la zapatilla y señalando las características.

Asiente con la cabeza y comenta:

«Además, son muy chulas. Que con esta edad ya están en la edad del pavo y sólo quiere marquitas.»

Sigue gratamente sorprendida:

«Pensé que venía por algo tosco para mi hijo y me llevo unas zapatillas muy bonitas.

Tanto que me voy a comprar unas para mi.»

Y termina con:

«Si me gasto 200€ en sus gafas, por qué no en zapatos para no estropear sus pies.»

Muchas veces intentamos solucionar un problema sobreprotegiendo la zona dañada,
pero la mayoría de veces se soluciona con lo contrario, dejando que actúe, que funcione, que se mueva.

Los pies son el claro ejemplo.

Ponerlo dentro de un calzado que impida su movimiento, que sea estrecho, con tacón y refuerzos, no consigue solucionar el problema.

Como mucho podrás aliviar alguna molestia,

pero con el tiempo el problema irá a más, limitará tu movimiento y terminarás sentado en el sofá, sin querer moverte.

Las zapatillas minimalistas que eligieron madre e hijo, y que permiten que tus pies se muevan, son las Geo Racer II.

El niño tiene un pie grande (27 cm.) por lo que tuvo que elegir calzado de adulto.

Si hubiera tenido una talla más pequeña podría haber elegido las Primus Sport II, que tienen los mismos beneficios para sus pies que las Geo Racer II.

• Primus Sport II Junior: para tallas de 33 a 38

• Primus Sport II Kids: para  tallas de 25 a 32

• Primus Sport II Toddler: para tallas de 20 a 24