Corriendo descalzo a 50º y una llamada inoportuna

Las temperaturas actuales me han recordado a mi amigo Pepe cuando empezó a correr con zapatillas minimalistas.

No es su nombre verdadero, aunque lo que te voy a contar si lo es.

Mi transición al minimalismo fue muy pausada y programada, es decir, nunca tuve prisas.

Apoyaba mis carreras con días de ejercicios para reactivar al pie y potenciar las piernas. Y entremedias descansaba.

Todo muy controlado, todo muy poco a poco.

La cosa es que me fue bien y a los pocos meses corría carreras populares con unos tiempos mediocres, pero que superaban con creces a mi yo amortiguado.

En un pueblo se sabe todo y Pepe se hizo eco de mis avances.

Un día quedamos en las pistas de atletismo, por aquel entonces de asfalto, sobre las 20:00h. Pepe quería aprender mi nueva forma de correr.

Era verano, Andalucía y las 8 de la tarde. Un día como hoy, con 40 grados a la sombra.

Cuando algo nos motiva mucho, no hay temperaturas, ni lluvia, ni caballero andante que se interponga en nuestro camino. Pepe estaba emocionado por aprender y yo por los avances que estaba consiguiendo.

Total, que se juntaron el hambre con las ganas de comer.

La cosa fue bien mientras estuvimos calzados. Pepe partía de base con una buena técnica de carrera, poco lesiva, pero había matices que mejorar, uno de ellos el calzado amortiguado que usaba, que le provocaba un aterrizaje del pie en punta.

Pepe aterrizaba de antepié, pero su talón no tocaba el suelo, corría como de puntillas. Al estilo del gran Chiquito de la Calzada, el fistro y pecador de la pradera.

Nadie le había enseñado a correr así, era la forma en la que había derivado su técnica.

Esta forma de correr le acarreaba molestias en el talón, seguramente tenía el gemelo y tendón de Aquiles sobreusado.

Le comenté que si dejaba que su talón tocará el suelo, relajaría la musculatura trasera de la pierna y con ella el tendón de Aquiles. Pero para eso, no podía usar las zapatillas actuales, que con su alto tacón nunca dejaría que el tendón y la musculatura se elongara, al revés, estaba acortándola.

En fin, dejando las cuestiones técnicas atrás, el asunto derivó en los dos descalzos en una pista de asfalto a 50ºC. Sólo quería que corriera una vuelta, que sintiera que podía correr descalzo y que fuera una toma de contacto.

Terminada la vuelta, Pepe estaba alucinado. ¡Había podido correr descalzo sobre asfalto!

Todo esto no tendría chiste si Pepe se hubiera parado.

Pero siguió corriendo y cada vez que pasaba por mi lado me levantaba el pulgar y me decía que estaba de pu ta madre.

5 vueltas y aparentemente sin problemas, hasta que llegó a casa.

Ahora viene la llamada inoportuna, la de la mujer de Pepe. Conocida de la infancia y con cierta confianza.

La misma para decirme que estaba loco, que su marido (mi amigo) tenía las plantas al rojo vivo, que no paraba de quejarse y que qué solución le daba.

La solución hubiese sido correr solamente una vuelta descalzo, por aquello de la prudencia y el poco a poco, o utilizar unas zapatillas minimalistas.

Para eso están, para protegernos del calor y el frío extremo.

En este caso, le hubiera recomendado unas minimalistas puras para asfalto.

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