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Hace unos años, si ibas al médico por un dolor de rodillas, ya sabías lo que había:
“fortalece el cuádriceps”, “tómate estos antiinflamatorios” y “si no mejora, te operamos”.
Era así.
"¡Qué pase el siguiente!"
Y aunque suene a chiste, en pleno 2024 la película sigue igual.
Seguimos repitiendo las mismas recetas de siempre: Operaciones, pastillas y más operaciones.
Estamos cerca de que los coches vuelen (según mi pequeño en el 2030) y se siguen solucionando los problemas con remedios que no funcionan.
Es frustrante, pero estoesasí.
Te cuento lo que le pasó a Miguel.
Un tipo normal, de esos que te cruzas por la calle, con su vida, su trabajo y su dolor de rodilla derecha.
Tanto le dolía que un día fue al médico.
Y ahí estaba el de la bata blanca (inspirando más autoridad y miedo que Putin con sus misiles nucleares) con su diagnóstico exprés:
“Miguel, esto es fácil: operación y unas pastillas”.
Miguel le preguntó por la causa y por otro remedio.
Pero el médico insistía. La única solución es la de toda la vida.
Miguel no tragó.
Se negó a operarse, dejó las pastillas en el cajón y buscó otra opinión.
Y aquí es donde se pone interesante.
Fue a dar con un entrenador de esos que te sacan de la zona de confort.
Al poco de empezar, el entrenador le dijo:
“Miguel, vamos a entrenar descalzos”.
Miguel pensó que estaba medio chalado, pero lo probó. Y ahí empezó el cambio.
El dolor empezó a reducirse. Cada semana se sentía mejor.
Y no era magia.
Es lógica pura: cuando le das a tus pies la libertad de trabajar como deben, todo tu cuerpo lo nota.
Las rodillas dejaron de sufrir, los músculos empezaron a equilibrarse y Miguel recuperó algo que pensaba que ya no volvería a tener: su movilidad.
¿Qué lo curó?
Una mezcla de cosas.
El entrenamiento, sí, pero también dejar que sus pies trabajaran como lo que son: la base de su cuerpo, la conexión con el suelo, el pilar sobre el que todo lo demás depende.
Lo curioso es que esto no te lo cuenta nadie.
Seguimos empeñados en proteger tanto los pies que terminamos sobreprotegiéndolos.
Plantillas, calzado rígido, suelas que amortiguan hasta el último impacto... Y al final, nuestros pies se debilitan y, como efecto dominó, nuestras rodillas, caderas y espalda sufren.
¿Sabes una cosa?
Los pies no necesitan protección, necesitan trabajo.
Miguel tiene 36 años y ahora corre, salta, entrena y hace lo que le da la gana.
Y no porque sea un superhéroe, sino porque cambió su enfoque.
Decidió escuchar a su cuerpo, trabajar su estabilidad y dejar que sus pies, por fin, hicieran su trabajo.
Yavestruz.
¡Qué cosas!
Aloqueiba.
Estamos a finales de noviembre.
El frío y las lluvias ya están aquí y es momento de botas.
Pero no de esas que pesan más que la mochila de mi hijo.
Hablo de botas ligeras, flexibles, que respetan la forma natural de tus pies y les permiten moverse como deberían.
Las Groundies, por ejemplo.
Te sirven para todo: para caminar, trabajar o salir a tomar algo.
Y lo mejor es que no solo son cómodas, sino que además son bonitas.
Da igual si eres rockera, urbanita o lo tuyo es un rollo más casual. Hay para todos.
Y mientras tus pies están felices, tus rodillas y tu postura te lo agradecerán.
Así que ya sabes: si te duele la rodilla baja la vista y pregúntate: ¿cómo están mis pies?
Son ellos los que te sostienen cada día. Cuídalos y el resto de tu cuerpo te lo agradecerá.
No lo olvides:
La salud empieza en tus pies.
Antonio Caballo
Pd1: Aquí te dejo unas imágenes que muestran cómo la debilidad en tus tobillos y pies afecta directamente a tus rodillas.
Pd2. También tenemos botas Feroces y todo el calzado Feroz a un sólo click: Aquí.
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