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Déjame contarte una historia de resistencia, casi como la de un gladiador en la arena, pero en esta ocasión, el campo de batalla era la zapatería y el gladiador, un padre desesperado por el bienestar de su hijo.
Sí, ese era yo, allá por la Semana Santa del 2011, luchando contra el calzado tradicional como si de monstruos de otra era se tratara.
Cuando le cortaba el tacón a los zapatos de mi hijo pequeño, cuando entraba en una zapatería y retorcía los zapatos como si estuviera escurriendo una bayeta, cuando le arrancaba la plantilla buscando el poco espacio que pudiera haber dentro esos zapatos estrechos.
Aquella odisea me costó más que dinero y tiempo; estuvo a punto de costarme mi matrimonio.
Y no solo tuve que lidiar con mi mujer, también con mi suegra, con mi cuñado y con los comentarios de la gente del pueblo.
Cómo ha cambiado la cosa.
Ahora es mi mujer la que se queja de los zapatos estrechos, y ve normal y bonitos los zapatos minimalistas.
Yo, lo único que he buscado desde mi "despertar barefoot" es el respeto para sus pies.
A su forma.
A sus movimientos.
A su función.
Y aquellos malos ratos donde tenía que lidiar con todos y contra todos tuvo resultado.
El pie de mi hijo siempre ha mantenido su forma natural, con sus dedos rectos y espaciados, y lo que esto conlleva para el resto de su cuerpo.
Pero llega otra Semana Santa y aunque la batalla parecía ganada, aún quedan algunos pequeños reveses.
Mi hijo, ya casi un adolescente, a veces prefiere seguir la corriente y calzarse esos zapatos que tanto me costó evitar.
Entiendo que no siempre es fácil convencer a los más jóvenes de los beneficios del calzado minimalista, especialmente cuando se ven influenciados por las tendencias y las opiniones de sus amigos.
Sin embargo, lo importante es que, como padre, hayamos sembrado en nuestros hijos la conciencia sobre la importancia de respetar la anatomía de sus pies.
Y aunque a mí no me guste la estrechez, rigidez y el tacón de los zapatos castellanos, a él le gusta ir como sus amigos.
Yavestruz.
Puede que estés ahí, al otro lado de la pantalla, pensando:
"Este tío, ¿de verdad cree que va a cambiar mi forma de ver los zapatos de mi hijo con unas cuantas palabras?"
Y tienes toda la razón. Porque, ¿qué más da lo que yo diga?
Al final del día, tú y yo sabemos que el calzado es solo la punta del iceberg de esa eterna lucha entre padres e hijos por encontrar un equilibrio entre lo que está bien y lo que está de moda.
Porque no se trata de zapatos. Se trata de pies. Se trata de salud. Se trata de respeto por la anatomía que nos lleva de un lado para otro.
Así que, querido lector, si te encuentras en este campo de batalla entre la moda y la salud, recuerda: a veces, los grandes cambios comienzan con un pequeño paso... o en este caso, con un buen par de zapatos.
Como los de la marca alemana: ZAQQ
Zapatos minimalistas con un diseño tan astuto que engañan al ojo, pareciendo tener tacón sin tenerlo, perfectos para esos días donde la tradición de la Semana Santa y el estilo se encuentran.
No solo por tus hijos, sino por ti. Porque al final, cuando mires atrás, querrás saber que hiciste todo lo posible por ellos, incluso en algo tan pequeño, pero significativo, como el calzado que eligen.
La salud empieza en sus pies.
Antonio Caballo
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