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Continuamos con la segunda parte del artículo escrito por Steve Magness, entrenador en la Universidad de Houston (Estados Unidos)
Puedes acceder al resto del artículos en los siguientes enlaces: Parte 1, Parte 3
No todo es tan simple como se ha descrito anteriormente. En un interesante estudio de Scott (1990) se valoraban los picos de carga en los diferentes sitios del cuerpo del corredor en donde se producían las lesiones (aquiles, rodilla, etc.), y todos ellos (los picos de carga) se manifestaban durante la parte media del movimiento y la final (el empuje o push-off), lo que les llevó a un hallazgo muy importante: “la fuerza de impacto cuando el talón entra en contacto con el suelo no tiene efecto sobre el pico de fuerza producido en las partes con lesión crónica“, y especulando un poco, se podría decir que dicha fuerza de impacto no potenciaría la aparición de lesiones.
Para complicar aún más el concepto de la fuerza de impacto, entra en juego el dato de que cuando se analiza la tasa de lesiones relacionada con la superficie por la que se corre -dura o blanda-, no parece haber ningún beneficio al hacerlo sobre las últimas… ¿Por qué pasa esto?, pues por algo llamado pre-activación y ajuste del músculo, sobre lo que hablaremos en breve…
Apoyando estos datos, otros estudios han demostrado que las personas que tienen un pico de fuerzas de impacto bajo, tienen la misma probabilidad de sufrir lesiones como las que tienen uno alto (Nigg, 1997). Y añadiendo un dato más, se podría decir que las fuerzas de impacto parecen ser las más influyentes en el desarrollo de la densidad ósea; esto parece tener sentido. El hueso responde al estímulo haciéndose cada vez más resistente a los impactos, siempre y cuando éstos no sean demasiado intensos y haya una recuperación adecuada y suficiente.
Volviendo a la cuestión anterior: ¿cómo cambian las fuerzas de impacto en función de lo mullida que sea la suela de la zapatilla y por qué correr en superficies duras no provoca más lesiones que hacerlo sobre superficies blandas?
El problema es, una vez más, que subestimamos nuestro propio cuerpo no dándole el crédito que se merece; el cuerpo humano se adapta tanto a la zapatilla como a la dureza de la superficie sea cual sea ésta, siempre a través de los cambios en la rigidez articular, la forma en que el pie aterriza y mediante el concepto antes nombrado de pre-activación y ajuste muscular.
El ejemplo más claro se puede comprobar al correr descalzo. Los estudios que se han realizado con corredores descalzos o usando zapatillas minimalistas, han demostrado que el cuerpo parece adaptarse a las fuerzas de impacto basándose en el feedback que proporciona la superficie. Cuando se corre o salta, el cuerpo recibe toda la información sensorial, y esto, sumado a las experiencias anteriores, deriva en un auto-ajuste corporal para proteger/aterrizar de manera óptima. Como se ha mencionado anteriormente, esto se produce gracias a toda una variedad de mecanismos, por lo tanto, si ponemos amortiguación en la zapatilla, el cuerpo reaccionará diciendo, más o menos: “Ok, perfecto; no tengo que preocuparme tanto por el impacto ya que tengo esta capa que me protege”…
En cuanto al concepto de pre-activación muscular, fue propuesto recientemente por Nigg et al. en 2000, sosteniendo la teoría de que las fuerzas de impacto son señales o fuentes de feedback por medio de las cuales el cuerpo se ajusta en consecuencia para minimizar la vibración del tejido blando u óseo. El argumento es que la fuerza del impacto no es el problema, sino más bien la señal. La sintonización del músculo es esencialmente el control de estas vibraciones a través de una variedad de métodos, y uno de ellos es la pre-activación o activación de los músculos antes del impacto, y en este caso, sirve como un método para alterar la rigidez muscular, que es otra forma de prepararse para el impacto.
En cuanto a lo mencionado anteriormente sobre que la dureza de la superficie no afecta en la tasa de lesiones, es debido a que el cuerpo se adapta, gracias a la pre-activación muscular, a las superficies más variadas, como se demostró en el estudio de O’Flynn (1996). Para prepararse para el impacto, y probablemente para minimizar la vibración muscular/ósea, cuando se corre sobre hormigón, la pre-activación muscular es muy alta, y cuando se hace en una superficie suave, no lo es tanto…
Lo que todo esto viene a decir es que el cuerpo se adapta a su entorno mediante la entrada sensorial, y la zapatilla influye de manera determinante en esta adaptación. La amortiguación de la zapatilla no altera los impactos sino la manera en que el cuerpo se adapta a dichos impactos…Es una cuestión muy importante si pensamos un poco. Aquí está el resumen:
El tipo de zapatilla no cambia el impacto porque alinee la pierna o por su amortiguación, sino porque modifica las características del mismo, alterando la retroalimentación (feedback) sensorial.
Y para concluir con el tema de las fuerzas de impacto y de la amortiguación, nos preguntamos: ¿qué es lo que las zapatillas intentan amortiguar?… Como ya hemos dicho, las fuerzas de impacto no influyen en las lesiones, y además, las suelas acolchadas de las zapatillas no cambian -o lo hacen muy ligeramente- las fuerzas de impacto, por lo tanto, la amortiguación no es la respuesta, ya que debido a ella, las zapatillas ni siquiera podrían estar haciendo su labor de manera correcta.
Pero, ¿qué pasa con los estudios en que sí se demuestra que las nuevas suelas amortiguadas son efectivas?, pues que estas investigaciones son realizadas con máquinas que simulan el impacto recibido durante la marcha, pero sin tener en cuenta el factor determinante de los ajustes corporales que se realizan de manera automática por el cuerpo basándose en la retroalimentación .
Esa es la razón por la cual la amortiguación no funciona: el cuerpo se adapta a la superficie gracias al feedback recibido.
En la tercera y última parte del artículo hablaremos de la pieza que falta en este complejo puzzle: correr descalzos.
Traducción y adaptación del artículo original escrito por Steve Magness, entrenador en la Universidad de Houston (Estados Unidos)
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