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Hace días Laura me contó lo que le pasó en la puerta del colegio en referencia a los zapatos de su hijo.
Ella estaba hablando de sus cosas con el resto de madres, mientras esperaban que salieran.
Que si acaban de empezar y ya llevan deberes.., que el uniforme se le ha quedado chico.., que el horario de las extraescolares no hay manera de cuadrarlo…
Y cuando salen los niños, una madre que es médico le dice:
"¿A tu hijo lo dejan entrar con esas zapatillas raras? Yo al mio le tengo que llevar a la salida una deportivas, porque se está quejando todo el tiempo que no aguanta las colegiales, ¡y mira que son buenas!"
Puedes imaginarte todo lo qué le quise decir y explicar, me escribe Laura, pero solo le dije:
"Si no las aguanta es porque su pie está sufriendo mucho. Hay alternativas respetuosas, por ejemplo las de mi hijo que son minimalistas, para un desarrollo sano y natural del pie."
Esta anécdota que me contó Laura me hizo pensar en la vida que llevamos y lo difícil que es distinguir la paja del grano.
Será porque vamos en modo automático a mil por horas y con la luz roja del motor encendida,
o porque estamos tan rodeados de estímulos, noticias, chorradas y demás, que materialmente no vemos lo que realmente importa.
Y nada tiene que ver con lo que hayas estudiado, ni el nivel de tus estudios.
Nos pasa a todos.
Es como si se hubiera anulado nuestra capacidad de razonar.
Fíjate en esta mujer.
Médico de profesión y no es capaz de ver que si su hijo se queja de los zapatos, es porque los zapatos le hacen daño.
Y cuando dice: ¡y mira que son buenas!
Se queda en la superficie. Sólo ve la marca, el precio o lo que todos los llevan.
Pero no es capaz de ver que el zapato que lleva su hijo es muy diferente a su pie y por eso le hace daño y no lo aguanta.
Te lo explico con un ejemplo.
Imagina que plantas un árbol en una maceta.
Si la maceta es estrecha y rígida, sus raíces crecerán limitadas y deformes. Sin espacio para desarrollarse completamente.
En lugar de un gran árbol, tendremos un arbolillo enclenque a merced de una ráfaga de viento.
Pues los zapatos hacen con los pies como las macetas con los árboles.
Los dedos estarán juntos, apretados, unos encima de otros. El cuerpo perderá estabilidad, coordinación y crecerá débil propenso a las lesiones.
Por eso los árboles tienen que crecer sin ataduras, con espacio, sin nada que los deformes, para que su tallo sea recto y fuerte.
Por eso los zapatos tienen que respetar la forma de sus pies, para que sus dedos se puedan abrir, expandir, crecer…en definitiva para que crezcan sanos y sin dolor.
Los zapatos “anti macetas”, como los del hijo de Laura son estos:
Para que tu hijo no se queje a la salida del colegio.
La salud empieza en sus pies.
Antonio Caballo.
Pd. Hablo de zapatos, porque descalzos no pueden ir al colegio.
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